jueves, 27 de septiembre de 2012

A otro perro con ese hueso

A diferencia de lo acostumbrado, este es un comentario de un libro que no he leído ni pienso leer.

En efecto, he evitado conscientemente el disgusto de leer “El asco” (1997), de Horacio Castellanos Moya, debido a las expectativas, reseñas, comentarios y algunas citas textuales que, en su conjunto, son “los conocimientos previos”, los cuales condicionan y fundamentan la decisión de abordar o rehusar determinado discurso.

Según tengo entendido, la esencia del libro es una catarsis o desahogo a partir de la frustración, el desencanto y -como el título mismo lo indica- el asco ante la realidad salvadoreña de la posguerra.

Narrado explícitamente con el estilo del escritor austríaco Thomas Bernhard, aparentemente esta obra hace un minucioso recuento de los aspectos más decepcionantes del país, al que no se le concede ninguna posibilidad de redención.

Hace más de medio siglo, en su “Patria exacta” (que no lo es tanto) el poeta Oswaldo Escobar Velado dio un retrato amargo que zarcea entre ciertas realidades objetivas y otras visiones más o menos subjetivas. En los años setenta, en el collage “Las historias prohibidas del Pulgarcito”, Roque Dalton dio una visión tragicómica y grotesca de la historia nacional, en su afán de desmitificar la historia "oficial". Pero aquí, Castellanos Moya fue un paso más allá, percibiendo y expresando al país como un conjunto flotante de heces fecales, del cual huye asqueado.

Ahora bien: como de actitudes subjetivas se trata, creo que el estado de ánimo de un adicto maníaco-depresivo no se puede considerar un retrato equilibrado. Uno puede estar consciente de la realidad (con todo y lo dificultoso que es conocer la verdad "objetiva") y saber que ésta no es exactamente como dice la “Oración a la bandera”, de David J. Guzmán; otra cosa, en cambio, es ponerse a vomitar purulencias en el papel con el cuento de que "esta es mi patria..." y que, además, haya quienes digan “¡hey, qué tipo tan cachimbón, cómo es de sincero!”

De cara a las diarias labores de supervivencia, no creo que el buen ánimo se construya metiendo la nariz en una sentina, como enfermizo ritual cotidiano. En cualquier caso, mejor buscarse una buena mascarilla y, cloro y manguera en mano, ver qué se hace para sanearla.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Probando programas

Cuando uno ve un programa informático bonito, ya quiere meterle mano. El Prezi permite mucha más organización espacial que el PowerPoint y, además, es gratis. Naturalmente, para probarlo hice una presentación de Balada Poética, ¿qué otra cosa podía hacer?

Posdata: la clave está en darle clic al botón "play" [►] y luego continuar con la barra espaciadora.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Cuando el análisis mata al folclore

Al escuchar "Las cortadoras", de Pancho Lara, con sus trajes típicos de bailarines/as en manta limpia, entre graciosas mujeres ataviadas con fuertes y vivos colores que prodigan sonrisas por doquier, uno se siente partícipe de tal optimismo agrícola.

¡Ya coloradeó, ya se maduró todo el cafetal!
Y las cortadoras vienen muy alegres
con sus canastitos a cortar café.
¡Miren qué riqueza, miren qué hermosura, miren qué belleza!
¡Cuanta algarabía! ¡Jesús, qué alegría en el cafetal!

Es una pena que al hacer un somero análisis histórico se nos caigan hechos añicos los símbolos patrios. Esto se lo debemos en buena parte a Roque Dalton y sus "historias prohibidas", aunque ya antes el poeta Escobar Velado había sacado los trapos sucios al sol con su "Patria exacta" (que tampoco es tan exacta, pero al público le encanta recitada casi a gritos). Así, entre uno y otro tenemos para elegir el propio apelativo: para quien gusta de lo "claro y pelado" al estilo popular, tome el de "los guanacos hijos de puta", que en su plano real es ese inmenso "panal de hombres que no saben siquiera de dónde viene el semen de sus vidas inmensamente amargas", aunque no es lo mismo ni es igual decirlo de un modo que de otro. Decida el lector cuál es el que más duele y volvamos al tema.

Repletos los delantales, las cortadoras van caminando
desprendiendo de las ramas lindos rubíes de ricas mieles.

A don Pancho Lara -también autor de "El Carbonero"- no se le puede criticar sin exponerse a recibir vilipendios por respuesta, acusaciones de ser comunista incluidas. Sin embargo, siendo como dicen que fue la realidad en las fincas de café, no lucen muy objetivas las escenas descritas en la canción de marimba. O, en todo caso, se debería reconocer cuál es el punto de vista desde donde fueron hechas: la pura ideología, que no es otro sino la del terrateniente.

Para el dueño del cafetal, los granos de café sí podían llamarse metafóricamente "lindos rubíes de ricas mieles"; pero un campesino, hombre o mujer, ¿cree usted que los vería de esa forma?

Finalmente, venga una loa y exhortación a la responsabilidad laboral:

¡Apresurémonos, llevemos ya todos los sacos de café,
que se hace tarde y hay que terminar, la tarea al atardecer!

Es que así con musiquita, hasta ganas dan de ir a cortar para hacerse de "sus centavitos". Valga que don Pancho no quiso hacer música de protesta (cosa no del todo reprochable en la época del martinato y sus derivados); si no, habría tenido que mencionar los bajísimos salarios que se pagaban en fichas válidas únicamente en la tienda de la propia finca, el tradicional maltrato y acoso de los caporales y mandadores, las inexistentes prestaciones laborales en el tema de salud, el trabajo infantil propiciado hasta por el calendario escolar de la Guanaxia Irredenta (donde las vacaciones son en los meses de corta) y otras situaciones poco dignas de orgullo patrio, por decir lo menos.

¡Qué cólera que el análisis textual destruya nuestros más queridos símbolos patrios! A estas alturas del partido, fuera de pajas, me habría gustado más ver a la majada presentando un baile de "El atol de elote" en los actos cívicos.